Autor: Alonso Rodolfo ISBN:978-987-646-318-8 Cant de Páginas: 154 Tapa: Medidas: 21 x 15
Rodolfo Alonso
Ampliamente reconocido -a partir de su temprana relación con Poesía Buenos Aires- como creador y traductor de poesía, Rodolfo Alonso se perfiló a la vez como crítico y ensayista. Junto a su vasta obra poética, con más de treinta títulos en el país y el exterior, o sus celebradas traducciones de grandes poetas (Pessoa, Ungaretti, Éluard, Montale, Dino Campana, Prévert, Baudelaire, Apollinaire, Bandeira, Rosalía de Castro, Breton, Lêdo Ivo, Schehadé y tantos otros), se destacan varios libros de reflexión. Son ellos: Poesía: lengua viva (1982, Mención Especial en el Premio Nacional de Ensayo); No hay escritor inocente (1985, Premio Fondo Nacional de las Artes, Segundo Premio Municipal, Mención Especial en el Premio Nacional); Liturgias de una lengua (España, 1989); La palabra insaciable (1992); Defensa de la Poesía (1997); La voz sin amo (Alción Editora, 2006); República de viento (2006); La voz sin amo (México, 2008). Alción Editora ha publicado también su poesía: El arte de callar (2003), Poemas pendientes (2010), y sus traducciones: Trabajar cansa / Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, de Cesare Pavese (2011); ¿Quién conoce a Antonin Artaud? (2011); Introducción a la Poética (2011); Poesía escogida, de Carlos Drummond de Andrade (2012); La poesía sopla donde quiere, de Murilo Mendes (2012); Epigramas y otros poemas, de Pier Paolo Pasolini (2012); Amé palabra simples, de Umberto Saba (2012), Esta nueva edición de Defensa de la Poesía fue especialmente ampliada y revisada por su autor.
Contratapa:
Todo auténtico poeta esconde a un crítico, anunció nada menos que Baudelaire. En cambio, si algo ha descuidado precisar tanta crítica, casi con encarnizamiento, es la respuesta a una cuestión sólo engañosamente simple: ¿qué vuelve poema a ciertas palabras? A lo largo de toda una vida dedicada a la creación y difusión de la poesía, Rodolfo Alonso ha ido desplegando también un pensamiento crítico, para nada sistemático. En la luminosa tradición de los grandes presocráticos, redescubre en el fragmento la posibilidad de iluminarnos, a fondo y totalmente. Como el lenguaje mismo, como todos los textos, éstos también oscilan (de forma inevitable) entre la precisión y el malentendido, entre la ambigüedad y la evidencia. Pero es muy probable que tal haya sido la única forma, honesta, de convocarnos para acceder al poema, fecunda experiencia de vida y de lenguaje.