Autor: Schopenhauer Arthur ISBN: 978-950-9402-54-6 Cant de Páginas: 61 Tapa: Blanda Medidas: 18x11
La traducción se ha hecho a partir del texto de Parerga y paralipómena publicado como tomo quinto de la edición de Arthur Schopenhauer’s Sämmmtliche Werke, herausgegeben von Julius Frauenstädt, Leipzig, F.A. Brockhaus, 1891. Se tuvo a la vista también la llamada “Zürcher Ausgabe” (Arthur Schopenhauer, Werke in zehn Bänden, Band VII, Zürich, Diogenes Verlag, 1977) de la que se incorporaron algunas notas o aclaraciones.
Se ha optado por traducir entre paréntesis las citas en idiomas extranjeros. Hizo las versiones al castellano de los textos griegos el Prof. Hernán Peirotti.
Las notas del autor son indicadas con las iniciales N.d.A.; las restantes son del traductor.
Contratapa:
Este escrito, que Schopenhauer expresamente aparta de la pretensión de un filosofar riguroso cuando lo llama “especulación transcendente” o “fantasía metafísica”, atestigua un intento de llegar a la verdad, ya no mediante el mero ejercicio del intelecto, sino apelando “a todo el resto de nuestro ser, que es también cosa en sí” y que, por lo tanto, “lleva en sí de alguna manera la solución de todos los enigmas”.
El “fatalismo transcendente” que postula “el apasionado y lúcido Schopenhauer -es expresión de Jorge Luis Borges- se basa en la intuición de que en el fondo de cada individuo hay una especie de “brújula interna” que orienta toda su existencia en un determinado rumbo.
El problema de escribir: el escritor, como dice Proust, inventa en la lengua una nueva lengua, una lengua en cierto modo extranjera. Actualiza nuevas potencias gramaticales o sintácticas. Arrastra a la lengua fuera de sus surcos habituales, la hace delirar. Pero, además, el problema de escribir no se separa de un problema de ver y de escuchar: en efecto, cuando se crea otra lengua en la lengua, es el lenguaje íntegro el que tiende hacia un límite “asintáctico”, “agramatical”, el que se comunica con su propio afuera.
El límite no está afuera del lenguaje, es su afuera: está hecho de visiones y de audiciones no-lingüísticas, pero que sólo el lenguaje hace posible. Así, habría una pintura y una música propias en la escritura, como efectos de colores y de sonoridades que se elevan por encima de las palabras. Es a través de las palabras, entre las palabras, que se ve y que se escucha.