Reseña

La mujer que no está
por María Virginia Ventura
 

Mujeres que escribimos sobre mujeres que callan

aun cuando me sofoquen la voz me rehago desde un hueco cuando el viento norte sopla mañana de setiembre llevándose la capelina los recuerdos son alforjas que no se pierden guardan eternidades y los sueltan sin pedir permiso como ahora que se van flotando desde mi vientre abierto un cúmulo de hojas que se desperdigan en una escena desde el pozo de los tiempos por el 1600 rodeada de indias curiosas o eso me parece

María de los Ángeles Fornero

El café Argentino o la Feria de Vanidades Villamariense es la puerta de entrada a la novela. ¿Quién que haya vivido en estas tierras alguna vez no se ha sentado allí aún a desgano? ¿Acaso existe otro espacio que nos pueda situar mejor en esta ciudad de banalidades y cafés de vidrieras gigantes donde se habita la vida social de un mundo tan sencillo, chismoso y vaciado de sentido que nos agobia? ¿Quién es capaz de imaginar que una de esas mujeres que a diario se sientan en las mesas del Café Argentino a chusmear con sus amigas, ahí, en esa esquina gigante, en ese café histórico, puede desaparecer?

El teléfono al que usted intenta comunicarse se encuentra apagado o fuera del área de cobertura será el rezo, el mantra, el ritual que se repite a lo largo de toda la obra, al igual que el eso no es lo importante que resuena una y otra vez en Distancia de Rescate de Schweblin, mientras un niño fantasma intenta recuperar la historia de su interlocutora. Lo ritual empieza allí en La mujer que no está, en resignificar lo cotidiano y repetir, repetir, repetir. Repite una y otra vez esa frase tan fría que escuchamos cuando alguien del otro lado no está. Ángeles repite en su narrativa, algo que siempre nos corrigen, algo que parece que está mal. Repetir. Eso que nos es propio de las mujeres, eso es de una escritura femenina fiel a la palabra de Virginia Woolf nos invita a escribir una y otra vez hasta que nos salga una voz propia y dejemos de querer escribir como los hombres que pulen el canon. 

Fornero escribe en honor a todas las mujeres: a las que escribimos, a las que escribieron antes de nosotras, a las indias de Yucat, a las que desaparecieron y a las que buscan y siguen buscando a las que no están.

La frivolidad de ese primer capítulo, más bien, de esa primera parte del primer capítulo, parece no estar en el mismo plano del resto de la novela. Sin embargo cumple de manera perfecta su función: situarnos en un espacio, en un tiempo, en la cotidianidad del centro de la Córdoba sojera, la que en medio del centro de la ciudad no ve la soja. En ese centro frívolo los villamarienses habitamos un café lleno de vanidades. Un café histórico a donde es recurrente sentarse y mostrarse por horas con una tacita vacía de un solo café que pedimos para poder sentarnos ahí y permanecer, y pertenecer de alguna manera. El Café Argentino no es lujoso, pero tiene eso que nos es tan propio a los villamarienses: una vidriera donde lucirnos con nuestras bolsas de compras sentadas al lado, donde encontrarnos para mostrar a quienes frecuentamos, para ser parte de esa sociedad. Las amigas se encuentran en ese capítulo en el café y cuentan chismes frívolos, esperan a María Eugenia, llaman a María Eugenia, la Euge. Todo es risas y chisme. Pero el teléfono repite: se encuentra apagado o fuera del área de cobertura y ya ríen menos. El paisaje característico de las flores violetas del jacarandá que inundan las calles de la ciudad en primavera y un gato bañándose en ellas comienzan a sacarnos del café. Y la frivolidad se pierde cuando una voz nueva de una narradora que no está en el café irrumpe. Una voz narradora que volverá a lo largo de la novela. Una voz sin puntos ni comas ni mayúsculas, alguien dirá que a lo Saramago, yo diré que a lo Aurora Venturini. Una voz que nos lleva al lado gótico de esta obra.

La mujer que no está puede ser leída como un policial basado en la historia de la desaparición de Mariela Bessonart, ocurrida veinte años atrás. Mariela está desaparecida desde un miércoles de primavera y hemos escuchado sobre su historia tantas hipótesis como nos es posible inventar. Todo eso que pasó, toda esa marca que dejó en nuestra sociedad la desaparición de esta mujer, todo, está plasmado en la novela. 

El policial es un género al que las mujeres vamos llegando de a poco pero con mucha fuerza. Llegamos y nos apropiamos de él para contar de otra manera. Le quitamos a la mujer fatal, le quitamos al detective brillante y machirulo, nos apropiamos del género y le damos otra voz, otra perspectiva. Una perspectiva más gótica, como dice José Amícola, para que deje de ser tan machirula. La crítica al sistema judicial, la banalidad con la que los policías tratan la ausencia, los comentarios acusadores sobre la vida de María Eugenia (que si tenía un novio, que si se acostaba con cualquiera, que si era soltera y le gustaba la fiesta, que si se vestía provocadora) vienen a denunciar el patriarcado. Y en medio de todo ello, le otorga ese toque de atmósfera gótica que es encantador en medio de tanta podredumbre del mundo que construyó el patriarcado. Es así como, también, La mujer que no está es una novela gótica que rescata las voces de las mujeres ignoradas, la brujería y el indigenismo. Las Indias de Yucat son fundamentales, dice la autora. El pozo de los tiempos es la presencia clara de un espacio atemporal, gótico, mágico, donde existen y habitan ellas que no están. 

Muchas veces hay algo que se pasa por alto en el género novela: su poesía, cómo cada una de las palabras deben ser elegidas. María de los Ángeles Fornero es poeta, gran poeta, la belleza poética era de esperarse, pero no es tarea fácil lo que logra. La mujer que no está es una poesía hecha novela, y sus mejores momentos son aquellos en los que nos recuerda a Juana Manuela Gorriti. Juana Manuela Gorriti escribió en 1816 la primera novela gótica e indigenista argentina: La quena. Y en esas indias de yucat se conmemora esa herencia. Esos instantes mágicos, donde lo femenino se presenta para alejar aun más la novela policial de lo machirulo y se vuelve gótica. Esos momentos son sublimes en su poética. Sin puntos ni comas ni mayúsculas.

Fornero demuestra ser, con La mujer que no está, una de las grandes autoras de la literatura argentina contemporánea, sumándose a la gran sinfonía literaria de voces de mujeres que componen Dolores Reyes, Eugenia Almeida, Samantha Schewin, Patricia Rato, Mariana Enriquez y otras voces woolfianas que se despliegan en toda Latinoamérica para repetir, repetir y repetir un mantra, un hechizo, un rezo, una palabra literaria con voz propia. Y ese es el mayor logro, que Fornero no sale a buscar la imitación porteña, no sale a tratar de copiar esas poéticas masculinas de las grandes ciudades, ella se queda con esa voz local que nos resuena en cada párrafo. Lugares ajenos a lo que la cultura centralista nos impone. Porque eso la distingue de las autoras que invoco: el color local. Sin acercarse en nada a la gauchesca ni mucho menos, sin romantizar el campo y sus cuestiones, mostrando tal cual es la vida en Villa María y lo extraño y movilizador que resulta que de un día para otro, en un lugar donde nos conocemos todos, una mujer desaparezca.

Quiero decirte, a vos que me estás leyendo, que en nuestra tierra tenemos a una gran novelista, que escribió una obra maestra que es nuestra, una novela cordobesa de estas tierras sojeras. Una mujer que escribe en honor a todas las mujeres: a las que escribimos, a las que escribieron antes de nosotras, a las indias de Yucat, a las que desaparecieron y a las que buscan y siguen buscando a las que no están.

Fotos de Carolina Ramírez – Secretaría de Comunicación Institucional de la UNVM. Producción audiovisual de Carolina Ramírez.

Icono fecha publicación   18 de abril de 2024

María Virginia Ventura

Doctora en Letras por la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Magister en Filosofía, Religión y Culturas contemporáneas y licenciada en Letras por la Universidad Católica de Córdoba. Se diplomó en Ciencias Sociales con mención en Lectura, escritura y educación (FLACSO). Creó el Seminario de Ficción Gótica en el profesorado de Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM), donde se desempeña como docente. Dirige el equipo de investigación El modo gótico en la literatura argentina. Ha publicado narraciones góticas en diversas antologías y Sangre, un libro de cuentos del género.