Daniel Groisman nació en mayo de 1983, en un hospital de Córdoba que nunca volvió a visitar. Padece una ira prediluviana hacia la desidia gubernamental de la provincia, aunque no piensa mudarse por temor a que, en el momento en que lo haga, la cosa cambie. Ese temor a ser la causa de un cambio que lo excede, como el movimiento de los astros excede a las elipses de una mosca, no puede estar sostenido sino en un narcisismo que busca cincelar de a poco, tallando una figura de sí mismo que no parezca narcisista.
Quisiera ser muchas cosas: político, dramaturgo, psicoanalista, deportista. Quizá todo menos filósofo. Por eso hace un doctorado en filosofía y a veces va a congresos, para inmunizarse. Le gustaría poder escribir sin pensar, pero casi siempre le sucede lo contrario, pensar sin escribir. Ha publicado La tumba de Faulkner por Alción en 2010.