Autor: Rodríguez Roy
ISBN: 978-987-646-610-3
Cant de Páginas: 91
Tapa:
Medidas: 20 x 13
Roy Rodríguez: nació en Parera, La Pampa, Argentina en 1971. Comunicador social, docente. Descalzos en la Luna, su primer novela, fue publicada por Alción en 2015.
Contratapa:
"Lo que había soñado e intuido durante muchos años estaba allí, corpóreo, tenso. (… …) Eran los hombres que están solos y esperan, que reiniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo". Raúl Scalabrini Ortiz escribió estas líneas hace décadas. Los pies aún mojados en las fuentes del 17 de octubre, buscaba interpretar la irrupción del peronismo.
Siguiendo viejos ecos, auscultando huellas perdidas, Siete cuentos peronistas propone un recorrido por los últimos setenta años de historia argentina. De Pascual Pérez a Evita, de Montoneros al Golpe del 76, en algún pueblo de la llanura profunda, los hechos históricos atraviesan vidas olvidadas por el Poder y las resignifican. Cualquier intento de saber qué es o qué fue el peronismo será vano. Sin embargo, es posible reconocer en estos relatos colores y olores cotidianos, retazos contradictorios de la memoria popular, y el espíritu de la tierra presente a cada palabra. Sentimientos y personajes que, quizás, sigan solos y esperen.
Traje de invierno (Fragmento de uno de los cuentos del volumen)
Cuando los caballos soltaron de los cajones, (que no había gateras en esa época), José Da Silveira pensó en bajarse de su Chevrolet 40. Era media tarde y el sol de marzo le entibiaba la cara por el parabrisas. Pero no se bajó hasta que los caballos cruzaron la marca de los 300 y entonces la mayoría comenzó a callarse. Incrédula. Ahí venía Don Juancito, guapeando en el mano a mano. Y la paisanada de pie, callada. Y los gritos que salían desde arriba de las chatas que hacían de palcos improvisados. Entonces, el Portugués Da Silveira se dio cuenta de todo. Y en ese instante sólo pensó en el revólver que guardaba en la guantera del Chevrolet 40. No llegó a ver a los caballos cruzar la línea de llegada distanciados apenas por un hocico. No le hizo falta. Por los gritos supo cuál era el final.
Seguro fue por esos días de principios del 76, antes que Don Juancito corriera su última carrera, cuando Da Silveira sacó su Chevrolet 40 del galpón. Para esa época ya le hacían garajes a los autos. Pero Da Silveira lo guardaba en un galpón de chapa. Que, decía el Portugués Da Silveira, hijo de portugueses, más argentino que el dulce de leche, a los autos no se les podía hacer casa, que era una falta de respeto a los pobres eso de hacerle casas a los autos.
Esa tarde de febrero de aquel año nefasto, cuando ya todo se había desmadrado, José Da Silveira sacó el auto del galpón, lo llevó a sopletear y lavar, pensando en que tenía más sentido hacerles casas a los caballos. Pensaba en eso mientras cruzaba el pueblo en segunda, por la avenida de tierra, buscando la salida para el lado de Dos Lagunas. Desde que su esposa había muerto, el viaje a Dos Lagunas era el trayecto más largo que hacía el Portugués en auto. Seis leguas. Por el camino de tierra, mirando los sorgos panojados, en segunda, escuchando los seis cilindros del mismo Chevrolet con que Fangio salió campeón del TC. Le ganó al Forcito de Gálvez, Fangio.