Autor: Specchia Nelson
ISBN: 978-987-646-595-3
Cant de Páginas: 64
Tapa:
Medidas: 23 x 16
Palabras escritas, pensadas para el libro "Otras geografías" de Nelson Specchia, presentado en el Centro Cultural España-Córdoba el 19-5-2016
En qué punto situarse para dejar palabras por un libro. Por este libro que hoy presentamos, este recorrido poético de Nelson Specchia que él llamó Otras geografías. ¿Es posible situar esas geografías? ¿Y dónde debe situar el ojo aquel que es editor de libros? ¿Dónde deja su espacio de reflexión, cuando lee, a sabiendas de su responsabilidad por un nuevo libro? Su juicio, de aprobación o no, debe inevitablemente dejar sitio a otra cosa. Tal vez a lo que perdura en el tiempo; tratar de sentir que un libro nos sobrepasa y es eso, exactamente, lo que más puede y debe interesarnos. Tratar de ver la historia de los libros y, en ella, el largo camino de los hombres.
Nelson ha viajado. Podemos decir que ese viaje es una parte del viaje de todos. Pero ¿qué sucede si decimos y decidimos, si fuera factible, intentar crear, dentro del hoy de los que aquí estamos reunidos, un nuevo punto de partida a ese viaje? Un viaje que en este libro comienza en el poema "Caminos circulares", donde están Adan y Eva, pero también Platón y Zoroastro y concluye con "Otras geografías", un soneto que habla de una mañana de calor y viento norte. Decía entonces, que, si intentamos cambiar el recorrido, solamente puede tener sentido en el asomarse a otra geografía, la que late al unísono con esta, pero en otro lugar y en otro tiempo. Podemos decir, entonces, que desde la Edad Axial, en cualquiera de las civilizaciones, los pensamientos que surgieron en el hombre se originaron en medio de pequeños estados en competencia y que la creatividad disminuyó, cuando esos estados fueron absorbidos por grandes imperios (el de Alejandro, el del Primer Emperador, el Maurya en India, el Aqueménida en Irán). Bien pero existe –tanto para la escritura que aquí nos tiene y detiene–, como para el viaje en sí que proponemos, lo peculiar –y ahora sí estamos viajando– la aparición de aquello que nos pone siempre en duda: la paradoja, insinuadora figura que desconcierta. Esa paradoja, en este caso, es una geografía peculiar: China. Este singular punto del planeta, habitado como tantos otros, ha venido produciendo hasta el siglo presente, el singular espectáculo de un imperio que sobrevive desde la época de Egipto y Babilonia, que preserva una sistema de escritura pre-alfabética como instrumento de continuidad y unidad, legible durante milenios por hablantes de dialectos mutuamente ininteligibles. Es decir, al mismo tiempo que el Primer Emperador buscaba el elixir de la vida, China descubrió, entre otras cosas, el secreto del imperio inmortal, el organismo social imposible de matar. Pero bien ¿qué surge, a partir de ese estado, algo inusual, en la geografía del mundo? Sucede que cuando China choca con otras civilizaciones menos estables y dinámicas, el natural proceso de sincretismo que se inicia y lleva adelante también se expresa en la poesía, por ejemplo la obra de Lu, "Primavera y otoño", de aproximadamente 240 a.C. Por supuesto que aquí comienza a verse ya lo que será la participación del confucianismo y sus notables resultados que permitieron amalgamar, con plástica notable, la diversidad y lograron inmiscuirse hasta en el sillón de Mao. Entonces, piensa el editor, un género que actúa –vive y se inmortaliza en el hombre– a la manera del imperio chino, eso extraño y peculiar, es la poesía. La poesía que suscribe y traza huellas en tan diversas geografías a lo largo del tiempo pareciera haber encontrado, por sí misma, los secretos de la inmortalidad, mal que le pese a tanto sistema perimido. Ella nos abre puertas a los desplazamientos más extraños: aceptaciones y rechazos, largas discusiones, negaciones, sobrevaloraciones y pálidos olvidos. Mas por sobretodo nos muestra y demuestra eso tan palpable y grato: su resistencia a ser dominada por completo, hasta el más eximio de sus cultores. Ese es quizás el seductor perfil de una exquisita femineidad jamás definida por completo, de allí la vigencia, su vigencia, la eterna serenidad de su aposento, el duermevela de siempre, el que deja la suave llama, que nos atrae hasta quemar las alas, al decir de Bachelard. Por lo que aporta Nelson Specchia, la musicalidad de sus versos, el fervor de su trabajo, muchas gracias. Por la paciencia de Uds. otro tanto.
Juan Maldonado 19-5-2016